Si los olvidos mantienen una lucha permanente con la memoria, y si en ese combate –histórico a estas alturas-, al final, el balance indica que el olvido, al paso de los años, se va convirtiendo en un contrincante despiadado: los días restantes no serán más que un puñado de posibilidades a las cuales echar mano para salir del atolladero que supone la acumulación de olvidos, que no de recuerdos.
Conforme transcurre el tiempo el olvido, largos y meditados juegos ajedrecísticos de por medio con el agotado cuerpo, va tomando posiciones desde donde mantiene a raya a la memoria, que, ya casi sin fuerzas, va cediendo lo poco que le queda: unas cuantas posiciones que sobreviven y que dan idea de una geografía de vida un tanto desperdigada, cuyo armado supondría la recuperación de pequeñas y grandes cosas que se han ido dejando en el camino, en ese camino donde el olvido señorea, donde la memoria hace agua desde mucho tiempo atrás.
He de confesar, no sin cierto pesimismo y congoja, que el olvido se ha apoderado ya de casi todos mis archivos clasificados, por lo que recordar no es ya un hábito que pueda desarrollarse como la más corriente de las cosas. Acuso, si acaso podría llamársele de ese modo, un olvido agudo, prematuro y decadente, que sin embargo se fortalece a cada trecho de memoria destruido: sobre la espalda únicamente queda un cúmulo de recuerdos que se aglutinan entre sí dando forma a una mole que, como puede, resiste a piedra y lodo toda clase de embates de esa “máquina trituradora” que se abalanza sobre la memoria.
La falta de memoria constituye uno de mis más profundos hoyos, en el que, como si de imitar un cangrejo se tratara, me sumerjo cada vez más a cada intento de escape.
“Y nada queda en ti, corazón asediado: / apenas si un color, si un brillo mortecino, / si el sagrado mensaje que dejara la tierra entre tus muros, / se pierden, a lo lejos, / bajo un mismo compás idéntico y glorioso como la eternidad”
Olga Orozco, “Cabalgata del tiempo”
(El título del post es una frase tomada de San Agustín: “¿Qué tengo que decir cuando me consta, con certeza, que yo mismo me acuerdo de mi olvido?”. Confesiones, capítulo XVI.)
Imagen: blogs.publico.es (la viñeta se titula precisamente “El olvido”, del autor español Pepe Medina)
Conforme transcurre el tiempo el olvido, largos y meditados juegos ajedrecísticos de por medio con el agotado cuerpo, va tomando posiciones desde donde mantiene a raya a la memoria, que, ya casi sin fuerzas, va cediendo lo poco que le queda: unas cuantas posiciones que sobreviven y que dan idea de una geografía de vida un tanto desperdigada, cuyo armado supondría la recuperación de pequeñas y grandes cosas que se han ido dejando en el camino, en ese camino donde el olvido señorea, donde la memoria hace agua desde mucho tiempo atrás.
He de confesar, no sin cierto pesimismo y congoja, que el olvido se ha apoderado ya de casi todos mis archivos clasificados, por lo que recordar no es ya un hábito que pueda desarrollarse como la más corriente de las cosas. Acuso, si acaso podría llamársele de ese modo, un olvido agudo, prematuro y decadente, que sin embargo se fortalece a cada trecho de memoria destruido: sobre la espalda únicamente queda un cúmulo de recuerdos que se aglutinan entre sí dando forma a una mole que, como puede, resiste a piedra y lodo toda clase de embates de esa “máquina trituradora” que se abalanza sobre la memoria.
La falta de memoria constituye uno de mis más profundos hoyos, en el que, como si de imitar un cangrejo se tratara, me sumerjo cada vez más a cada intento de escape.
“Y nada queda en ti, corazón asediado: / apenas si un color, si un brillo mortecino, / si el sagrado mensaje que dejara la tierra entre tus muros, / se pierden, a lo lejos, / bajo un mismo compás idéntico y glorioso como la eternidad”
Olga Orozco, “Cabalgata del tiempo”
(El título del post es una frase tomada de San Agustín: “¿Qué tengo que decir cuando me consta, con certeza, que yo mismo me acuerdo de mi olvido?”. Confesiones, capítulo XVI.)
Imagen: blogs.publico.es (la viñeta se titula precisamente “El olvido”, del autor español Pepe Medina)