lunes, 9 de agosto de 2010

Bumerán


Hace algunos días nos reunimos en casa de unos amigos para festejar el cumpleaños de uno de los anfitriones. Entrada la noche, mientras las conversaciones iban y venían, entrecruzadas, y el cielo se destrampaba en una tromba de la que, afortunadamente, llegué ileso a mi casa; en tanto, decía, que los tragos se iban consumiendo salió a colación el tema de los mensajes “vergonzantes” en facebook. En particular, la mayoría descargó sus baterías sobre un tipo que no estaba presente y sí lo estaba al mismo tiempo: se trataba del novio de una de las chicas que hacían rueda, y que no encontraba lugar donde esconder la cara. Se le veía avergonzada, ya se sabe, la quemazón resultante de la pena ajena.
“He descubierto que la mejor manera de hacer cardio es escuchando a los Auténticos Decadentes.” Esa fue la frase que desató el escrutinio no sólo en la red, sino en aquella reunión de la que yo, extrañamente a esas alturas, estaba formando parte. El cuate se refería a ese tipo de ejercicio que se practica en un gimnasio, y al cual asistía, por primera vez, desde tres o cuatro semanas atrás, según se dijo allí mismo. Antes de seguir, debo aclarar que no conocía al tipo en cuestión; sin embargo, en la rueda también estaba una ex novia del sujeto que, con un gesto muy orondo, parecía decirle a la novia en turno: “te dije que así era, no te finjas ahora sorprendida.”
Un comentario en facebook, por lo que pude ver de cerca, se multiplica a raudales, como el número infinitesimal, en cuestión de segundos: basta que alguien prenda la mecha para que cunda un pánico que abarca kilómetros a la redonda. La red posee el raro atributo de la ubicuidad (como la tenía Monsi): está aquí y allá al mismo tiempo, no importa la distancia que se abra entre un punto y otro. Y el peso, en cualquier sitio, es el mismo; más aún, entre más usuarios de facebook agreguen algunas palabras a lo escrito por alguien más entonces lo dicho por el primero adquiere la estatura de un postulado con tintes canónicos, demenciales.
Lo que el tipo había escrito había llegado a oídos de los que no formábamos parte de su red (debo decir que no soy usuario de facebook y que no tengo intención de serlo), y entonces sus palabras habían desatado un alud que, de enterarse él mismo, casi estoy seguro le provocarían un bochorno, y buscaría alejarse lo más pronto posible de aquellos comensales que se alineaban en una especie de pasarela acusatoria y juzgante. Concluyo que en facebook los usuarios deben cuidarse de lo que dicen, porque eso mismo, como en las cuestiones jurídicas y en casos concretos, puede volverse en su contra: esa red social es un bumerán (así se escribe, según la RAE) que no tarda, más que segundos, en retribuir lo que le han entregado, sólo que magnificado a alturas insospechadas. Para bien o para mal, da lo mismo.

“Hoy, / el compañero sol / amaneció deslumbrante. // Esos que tienen el cerebro enorme / pero están corazonados en pequeño: / esos, / dictadores, / autodioses, / agiotistas del verbo, / embriaguecidos de sapiencia; / esos, / coleccionistas de miedos / envilecidos de respetabilidad; / esos, depositarios del odio, / se han condenado solos / a no ver nunca / el sol / como yo lo estoy mirando.”
Alejandro Aura, “V” en Tambor interno (1963-1965)

Imagen: breakthroughthemovie.com

1 comentario:

Minerva Delgadillo dijo...

No lo sé, porque no estuve presente, pero por el tono de tu texto parace como si hubiera cometido una herejía, y en verdad que no le veo nada de importante a un comentario como ese, mucho menos en facebook, porque así como puede causar tanto alboroto, también se puede pasar desapercibido. Al final, e independientemente del tipo de comentarios que sobre mí recayeran por un estado como ese, me sentiría halagada, digo, ¿tanto afán por un comentario?