lunes, 11 de mayo de 2009

Fabuleando


El grillo esperaba que la noche llegara para salir a cantar. Antes, en casa, se preparaba para su actuación: vestía un traje de una persona humana y así, disfrazado, se presentaba en cuanto cabaret le permitieran trabajar. Su canto era diferente al de todos: melodioso, potente, gutural. Ganaba muy bien y en sus largas noches de actuación había conocido a todo tipo de mujeres. Con alguna de ellas incluso había entablado una relación amorosa. Pero no prosperó porque la mujer le reprochaba que todo el tiempo estuviera cantando. Le preguntaba, incluso, por qué no hablaba. Él le decía que, más allá de su apariencia, en realidad era un grillo. Pero ella no lo entendía. Y al fin no se vieron más. El grillo, pese a todo, continuó con su rutina de cantante de cabarets.
Al regresar de su gira nocturna se tiraba en la cama, y dormía hasta bien entrada la mañana. La tarde la pasaba ensayando y al caer la noche de nueva cuenta salía, con renovadas fuerzas, a cantar con su figura de humano.

“¿Dónde pongo lo hallado, en las calles, los libros, la noche, los rostros en que te he buscado? ¿Dónde pongo lo hallado, en la tierra, en tu nombre, en la Biblia, en el día en que al fin te he encontrado? ¿Qué le digo a la muerte tantas veces llamada a mi lado que al cabo se ha vuelto mi hermana? ¿Qué le digo a la gloria vacía de estar solo haciéndome el triste, haciéndome el lobo?
Silvio Rodríguez, “¿Qué hago ahora?” en Mujeres


Imagen: in-secto.com

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