lunes, 25 de mayo de 2009

Veces únicas


“La única vez que vi llorar a mi papá…” me contaba hoy en la oficina una compañera. La existencia, entre otras cosas, está poblada de esas “únicas veces” en que hemos visto, nos ha sucedido, hemos hecho, visitado, contemplado, trabajado en…, comprado equis cosa, comido tal platillo; las únicas veces son, de algún modo, atolladeros de los que buscamos salir de alguna manera.
Las únicas veces prefiguran momentos difícilmente olvidables por inusuales, y quizás, también, acusan falta de oportunidades o conjugación de circunstancias para que tal cosa se repita: en esa solitaria condición se pueden gestar recuerdos luminosos, palabras que se quedan aleteando por mucho tiempo cerca de los oídos o pretensiones no siempre cuerdas aunque sí entendibles.
Este lenguaje de lo único, de lo irrepetible, va poblando no sólo el transcurrir del calendario, sino que va colgando en los rostros de la gente y en los objetos una etiqueta que permite relacionarlos con la categoría de lo apreciable: en ocasiones éstos son clasificados por esa cantidad de líneas que los unen con algún raro acontecimiento, y que carece de una valuación terrenal.
En una única vez, por cierto, –como mi compañera–, vi llorar a mi padre: su rostro pétreo pareció abismarse; una única vez fui a pescar: esa primera lección me dejó lecciones contradictorias: como no volver a salir de pesca; en una única vez soñé que había muerto y asistía a mi propio funeral: vi a mi madre, dolida, lagrimeante y vestida de negro (esa sensación aún me cala); en una única vez jugué una final de futbol: la perdimos, en penales, aunque me quedó el resabio de que yo acerté mi tiro desde los once pasos (consuelo de perdedor, dirían algunos); en una única vez…. Las únicas veces son así: un tramo final al que se llega con la certeza de que las probabilidades de que vuelva a darse son tan pocas, que la vivencia por eso rezuma un olor distante.

“A veces entra en el bosque un silbido veloz / que recorre fugaz la penumbra y la luz. / Y los árboles fríos del bosque soy yo. / Todas las copas se postran a fin de existir, / de no hacerlo, deshechas, habrían de morir. / Y ese viento que trae la muerte eres tú. / Eres la llama que abraza la flor / y la violencia del fiero huracán; / la sombra oscura que sigue mi amor”
Silvio Rodríguez, “El viento eres tú” (que canta a dúo con su madre) en Domínguez

Imagen: www. farm4.static.flickr.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La "única vez", que leí esta reflexión, me recordo muchas "únicas veces" de alegría, tristeza, miedo, aventura, dolor, emoción,vergüenza.....

"La Suegra Fresa de Canijo"

Celestino García Madero dijo...

La "única vez" es, al mismo tiempo, muchas "únicas veces"