jueves, 6 de agosto de 2009

Entre vecinos te veas


La señora del departamento de abajo (en el edificio donde vivo) es de ese tipo de personas que hacen más llevadera la estancia en cualquier lugar donde se viva: tendrá poco más de cincuenta años, sólo vive con su madre, tiene un perro de nombre Boogie y lleva a la puerta de mi departamento toda clase de avisos y sobres de correo: cuenta de luz, agua, cable, avisos bancarios, y todas esas cosas que pertenecen al renglón casero.
Anoto lo de hacer más llevadera la estancia, sin embargo, porque la mujer, más allá de esas amabilidades que a veces agobian, no se anda con medias tintas con respecto a la recolección de basura de los departamentos, con la invasión de chiquillos y adolescentes de calles aledañas que van al edificio a divertirse lejos de la vista de sus padres, y que acaban corridos por esta señora al menor grito y persecución en las escaleras. Es como si fuera el vigilante de un fuerte que no se tienta el corazón para impedir toda clase de invasión y tropelías.
La mujer, de la que desconozco su nombre, e incluso siempre se dirige a mí como “vecino, supo que…”, religiosamente saca a pasear a Boogie a las 8:30 am, cuando salgo para la oficina: oronda, despabilada, llevando a su mascota pegada a sus faldas con una correa corta, se aleja en dirección de un parque que se halla a dos cuadras del edificio. Según supe, allí se sienta mientras el perro husmea entre los árboles, las bancas y los juegos infantiles; pasado un rato, Boogie regresa a su lado, se deja poner la correa con toda sumisión y emprende el regreso. Un rito medido, cuadriculado, bien ejecutado, llevado con parsimonia.
Hubo una ocasión en que vi a la mujer pelear verbalmente con el vecino de enfrente: el sujeto alegaba que él no había tirado dos bolsas de basura en el sitio donde los inquilinos del edificio dejamos nuestros desechos caseros (que por cierto el carretón no se llevó), pero, decía la mujer con aspavientos, de su acto violatorio de toda norma vecinal de buena convivencia había dos testigos: el vecino del departamento “I” y el buen Boogie, que, según la mujer, solamente le ladra a personas de “mala vibra”. La cuestión, delicada o ingeniosa, como quiera verse, es que en el departamento “I” que yo sepa no vive nadie y Boogie le ladra a todo mundo.

“Alguien me hincó sobre este suelo duro. / Alguien dijo: bebamos de su sangre / y hagamos un festín sobre sus huesos. / Y yo me doblegué como un arbusto / cuando lo acosa y lo tritura el viento, / sin gemir el lamento de Job, sin desgarrarme / gritando el nombre oculto de Dios, esa blasfemia / que todos escondemos / en el rincón más lóbrego del pecho”
Rosario Castellanos, “Destino” en De la vigilia estéril

Imagen: se trata de una pintura titulada "Señora con perro" de Sebastian Garreton encontrada en salasdelecturanuevoleon.blogspot.com

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