lunes, 26 de mayo de 2008

De perro



Un hombre, ya viejo, que usa botas holandesas, chamarra de lana y con cuello alto, que mira cómo se van los días de la misma manera en que ve pasar autos y camiones por la carretera que tiene frente a sí, que hace reír a visitantes casuales al mover rítmicamente las orejas, que tiene un termo a la mano para beber mate mientras el día transcurre, que vive a orillas de la carretera con su hijo y su nuera, que por mucho tiempo atendió un pequeño restaurante que ahora atiende el hijo con el que vive, que tiempo atrás “reprobó” un examen de la vista… este hombre, ya viejo, un buen día decide, sin que su hijo y su nuera se enteren pues se oponen a tal acto, ir en busca de su perro, extraviado tiempo atrás. “No”, dice el viejo, “no se perdió, se fue”… y de eso hace ya más de tres años… La aventura supone recorrer más de 300 kilómetros, llegar al otro lado: en aquel lado le han dicho al viejo que vieron a su perro, a Malacara…

“… los árboles se abrazan como bosques de esqueletos en la lluvia. Un sueño naufragó”
Robbie Draco Rosa, “Penélope”

(El post de hoy tiene su propia, tiene raíz y un desenlace que contaré pronto.
Bebesito sigue extraviado en la bruma de los días.Ahí se los dejo: en una tienda naturista, en medio de remedios alternativos y productos vegetarianos, Gonzalo Soltero encontró un frasco con la siguiente leyenda: “Jarabe de ajolotes Serrano, producto alimenticio”. Y advierte Soltero: “Después de la primera cucharada podría sobrevenir una transmutación como la del ‘Axolotl’ de Julio Cortázar: quedar prisionero en el bote de plástico mientras un almizcle de batracio se adueña del propio cuerpo…”)

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