Confieso, antes que otra cosa, que no soy fan de las películas de terror. Es más, incluso alguna vez declaré que ese género gozaba de una popularidad que no merecía. He juzgado esas escenas en que la pantalla se llena de regueros de sangre, de sujetos sin cabeza que asesinan sin compasión, de seres monstruosos por su físico o por sus acciones, de entes que más parecen un amasijo de desechos que creaciones hechas para infundir temor; como un cúmulo de personajes y acciones de mal gusto, desencajadas y bochornosas. He llegado al punto de mofarme de esos alaridos en sonsonete que descargan las actrices cuando el enemigo las persigue, se les aparece de pronto tras una puerta, en el reflejo de un espejo o lo avistan tras la ventana. Dinero malgastado he conluido, al fin, cuando se acude al cine a ver esas películas.
Todo esto viene a cuento porque anoche, al estar cambiando de canal en el televisor, di con un filme cuyo primer gancho fue que aparecía una mujer cuyo rostro reconocía, aunque no lograba ubicarla por completo. La clásica “la he visto en algún lado, pero no recuerdo dónde”.
Las primeras escenas que vi prometían una película de suspenso, de esas historias que no puedes dejar a la mitad, de ésas en que te estás preguntando todo el tiempo “¿qué va a pasar ahora?”, “¿a qué, todo esto?”. Y tras agarrarle el hilo a la trama, el espectador toma partida del bando del perseguido o el inocente que no sabe (el espectador sí, o cuando menos lo sospecha) que en aquella lúgubre casa, en aquel solitario parque, en aquel abandonado edificio, en aquellas oscuras calles, lo espera el espanto.
La película transcurría, y sin embargo no atinaba a ubicar a la actriz que, tras unos momentos, comprendí que llevaba el papel protagónico.
Contra natura, el filme me engarzó totalmente; no obstante que la sangre a borbotones sí salpicó más de una vez la pantalla, el filme tenía fuerza en el argumento, y la atmósfera y la música de algún modo sobrecogían; no pude dejar de verla hasta que acabó. El antagónico principal me hizo recordar al vampiro que es contratado para que personifique a Nosferatu en un filme del año 2000 donde actúan John Malkovich y Williem Dafoe, cuyo título recuerdo vagamente. Parecía una respetable calca de aquél.
Casi al final supe que la actriz era Franka Potente, la alemana que protagonizó hace algunos años el premiado filme Corra Lola, corre (Run Lola, run).
Por cierto, esta película que vi anoche se titulaba Creep (Tumba), sólo que aquí la rebautizaron como Laberinto de terror; supongo que porque la historia transcurre toda en las estaciones de los trenes subterráneos de Londres en el transcurso de una sola noche.
(Hace muchos días que no veo a Bebesito. Y ni siquiera se ve cercano el día en que pueda verlo.
Ahí se los dejo: el próximo martes se transmite el capítulo final de la segunda temporada de Prison break: la historia principal detonó otras tantas, secuelas cuyo fin contribuirá a delinear hacia dónde acabará la serie.)
Imagen: www.greencine.com/central/guide/vampires
Todo esto viene a cuento porque anoche, al estar cambiando de canal en el televisor, di con un filme cuyo primer gancho fue que aparecía una mujer cuyo rostro reconocía, aunque no lograba ubicarla por completo. La clásica “la he visto en algún lado, pero no recuerdo dónde”.
Las primeras escenas que vi prometían una película de suspenso, de esas historias que no puedes dejar a la mitad, de ésas en que te estás preguntando todo el tiempo “¿qué va a pasar ahora?”, “¿a qué, todo esto?”. Y tras agarrarle el hilo a la trama, el espectador toma partida del bando del perseguido o el inocente que no sabe (el espectador sí, o cuando menos lo sospecha) que en aquella lúgubre casa, en aquel solitario parque, en aquel abandonado edificio, en aquellas oscuras calles, lo espera el espanto.
La película transcurría, y sin embargo no atinaba a ubicar a la actriz que, tras unos momentos, comprendí que llevaba el papel protagónico.
Contra natura, el filme me engarzó totalmente; no obstante que la sangre a borbotones sí salpicó más de una vez la pantalla, el filme tenía fuerza en el argumento, y la atmósfera y la música de algún modo sobrecogían; no pude dejar de verla hasta que acabó. El antagónico principal me hizo recordar al vampiro que es contratado para que personifique a Nosferatu en un filme del año 2000 donde actúan John Malkovich y Williem Dafoe, cuyo título recuerdo vagamente. Parecía una respetable calca de aquél.
Casi al final supe que la actriz era Franka Potente, la alemana que protagonizó hace algunos años el premiado filme Corra Lola, corre (Run Lola, run).
Por cierto, esta película que vi anoche se titulaba Creep (Tumba), sólo que aquí la rebautizaron como Laberinto de terror; supongo que porque la historia transcurre toda en las estaciones de los trenes subterráneos de Londres en el transcurso de una sola noche.
(Hace muchos días que no veo a Bebesito. Y ni siquiera se ve cercano el día en que pueda verlo.
Ahí se los dejo: el próximo martes se transmite el capítulo final de la segunda temporada de Prison break: la historia principal detonó otras tantas, secuelas cuyo fin contribuirá a delinear hacia dónde acabará la serie.)
Imagen: www.greencine.com/central/guide/vampires
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