Hay algo de poético en ese final: la mujer que él pensaba que lo esperaba al otro lado del puente para partir –bolso al hombro y maleta en el piso, mascada en la cabeza y gafas oscuras–, se sorprende hasta el temor al verlo llegar: en realidad ella esperaba al otro, a aquél que en el puente lo tuvo a bocajarro para vaciarle la pistola y no se atrevió a disparar.
Antes, en días de tareas y atención a pacientes y en los que en las noches apenas alcanzaba a tirarse en la cama para deshacerse de un cansancio demoledor, había sostenido dos o tres encuentros con ella: en el fondo no le atraía lo suficiente como para que él se convenciese de que tenían una relación estable, sin embargo, no obstante concebirla como un ser enigmático y extraño, la imagen de ella era recurrente en la proyección de sus recuerdos cotidianos, en sus andanzas sin hora y apuros de sorbo de café en oficinas y pasillos en los que al sol le estaba prohibido penetrar.
Cuando ella lo vio descender del puente, cuando sus ojos no pudieron contener un asombro desmedido, él entendió que esa mujer quizá le había tendido una trampa: pero, ¿por qué el otro no lo había matado si ella había hecho de manera excelente su trabajo al llevarlo dócilmente al matadero? Ella –también él– no pudo encontrar una respuesta –ni en ese momento ni después–, de los pies a la cabeza no era más que una madeja de incertidumbre mientras él, maleta en mano, descendió las esclaeras, la vio un momento y siguió de largo….
"...porque el olvido, bien lo sabes, es lo más inolvidable que hay en el mundo...."
Alfredo Bryce Echenique, "La última mudanza de Felipe Carrillo"
(Cirilo apareció. Ya está de vuelta. Muestra rastros de peleas callejeras. Pero ese viejito cafesoso ha vuelto a pisar sus mismas huellas.
Fin de semana naco: los protagonistas dijeron (y pensaron) peladencias, maledicencias, dejaron atrás las inocencias, develaron intenciones, escucharon música de arrabal y cantina de radio am y trío norteño, supieron coincidir y recorrieron kilómetros en los que vieron el nacimiento de un nuevo personaje: M. Bukowski.
(Cirilo apareció. Ya está de vuelta. Muestra rastros de peleas callejeras. Pero ese viejito cafesoso ha vuelto a pisar sus mismas huellas.
Fin de semana naco: los protagonistas dijeron (y pensaron) peladencias, maledicencias, dejaron atrás las inocencias, develaron intenciones, escucharon música de arrabal y cantina de radio am y trío norteño, supieron coincidir y recorrieron kilómetros en los que vieron el nacimiento de un nuevo personaje: M. Bukowski.
Ahí se los dejo: Paty Blue decía en un programa radiofónico: “A todo se acostumbra uno… menos al horario de verano”.)
(Imagen: www.portalinca.com)
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