Por estos lares, desde que tengo uso de razón se denosta lo chilango por ese enconado sentimiento que guardamos en torno al chilango mismo –por razones históricas, económicas e incluso culturales, aunque no del todo claras–, al oriundo de la capital del país: a menudo, en cuanto salta el tema, no falta aquél que recuerda aquella vieja frase de “haz patria: mata a un chilango”.
Es curioso cómo la geografía delimita no sólo los rasgos identitarios, sino que también traza una línea invisible que separa las urbes con su consiguiente ritmo y cualidades, y como por arte de magia dota de una personalísima manera de ser y de conducirse a los habitantes de tal o cual lugar: se dice –léase bien, se dice– que el chilango es transa, arrogante (“el ombligo del país”, según Monsiváis) y malhablado, que el jalisquillo es ultraconservador y atrasado, que el norteño es francote y machista, que el tijuanense flota entre la mexicanidad y lo americanizado, “ni de aquí ni de allá” pues, que el sinaloense aspira a ser narco, que los queretanos sueñan con el ideal capitalino, etcétera.
Volviendo a lo chilango, según Nicolás Alvarado, que aglutina lo que aportan al tema la Real Academia de la Lengua, María Moliner y Joan Corominas, el chilango es: un libertino, afectado y ufano en su andar, de talante entrometido, bullicioso, astuto, malicioso y travieso y, por tanto, falto de formalidad y de juicio, indigno de confianza. Caray, entonces no está lejos esto de lo que Jaime López apunta sobre el chilango: que es un mequetrefe.
Que quede claro, a estas alturas, que mi intención no es anotar una nueva definición sobre el chilango o lo chilango, ni mucho menos un ataque a los capitalinos que, por cierto, ya no son identificados de esa manera en lo oficial; así lo refiere Alvarado: la Ortografía de la Lengua Española, desde 1999, da chilango como el gentilicio correspondiente a la Ciudad de México. No capitalino ni defeño: sólo chilango.
Según he oído decir los chilangos no son muy dados al buen trato; aunque, debo anotarlo, en días pasados, de dos personas distintas recibí contrarias referencias y por mucho tiempo traté a una mujer capitalina a la que hoy ya no veo pero estimo en sumo grado y quien no se acomoda al estereotipo del chilango que priva por acá.
“Trazando de arriba abajo, ahí va la chilanga banda, chin chín si me la recuerdan, carcacha y se les retacha”
Jaime López, “Chilanga banda”, rola cantada por Café Tacuba.
(Las notas sobre lo chilango de Nicolás Alvarado fueron tomadas de su libro Con M de México, un alfabeto delirante.
Excelente noticia publicada el domingo: los Fabulosos Cadillacs preparan nuevo material y alistan gira de regreso.
Ahí se los dejo: Del clásico del domingo pueden emerger dos escenarios: si América gana dará por salvada su temporada harto mediocre, así de sencillo, y esto no lo digo yo, sino las voces americanistas, entre las que se incluye el portero azulcrema; y si las Chivas salen victoriosas, habremos de pensar en que las cosas siguen en su real sitio –qué ibérico me vi con este último adjetivo–.)
(Imagen: danielpaez.com/blog/)
Es curioso cómo la geografía delimita no sólo los rasgos identitarios, sino que también traza una línea invisible que separa las urbes con su consiguiente ritmo y cualidades, y como por arte de magia dota de una personalísima manera de ser y de conducirse a los habitantes de tal o cual lugar: se dice –léase bien, se dice– que el chilango es transa, arrogante (“el ombligo del país”, según Monsiváis) y malhablado, que el jalisquillo es ultraconservador y atrasado, que el norteño es francote y machista, que el tijuanense flota entre la mexicanidad y lo americanizado, “ni de aquí ni de allá” pues, que el sinaloense aspira a ser narco, que los queretanos sueñan con el ideal capitalino, etcétera.
Volviendo a lo chilango, según Nicolás Alvarado, que aglutina lo que aportan al tema la Real Academia de la Lengua, María Moliner y Joan Corominas, el chilango es: un libertino, afectado y ufano en su andar, de talante entrometido, bullicioso, astuto, malicioso y travieso y, por tanto, falto de formalidad y de juicio, indigno de confianza. Caray, entonces no está lejos esto de lo que Jaime López apunta sobre el chilango: que es un mequetrefe.
Que quede claro, a estas alturas, que mi intención no es anotar una nueva definición sobre el chilango o lo chilango, ni mucho menos un ataque a los capitalinos que, por cierto, ya no son identificados de esa manera en lo oficial; así lo refiere Alvarado: la Ortografía de la Lengua Española, desde 1999, da chilango como el gentilicio correspondiente a la Ciudad de México. No capitalino ni defeño: sólo chilango.
Según he oído decir los chilangos no son muy dados al buen trato; aunque, debo anotarlo, en días pasados, de dos personas distintas recibí contrarias referencias y por mucho tiempo traté a una mujer capitalina a la que hoy ya no veo pero estimo en sumo grado y quien no se acomoda al estereotipo del chilango que priva por acá.
“Trazando de arriba abajo, ahí va la chilanga banda, chin chín si me la recuerdan, carcacha y se les retacha”
Jaime López, “Chilanga banda”, rola cantada por Café Tacuba.
(Las notas sobre lo chilango de Nicolás Alvarado fueron tomadas de su libro Con M de México, un alfabeto delirante.
Excelente noticia publicada el domingo: los Fabulosos Cadillacs preparan nuevo material y alistan gira de regreso.
Ahí se los dejo: Del clásico del domingo pueden emerger dos escenarios: si América gana dará por salvada su temporada harto mediocre, así de sencillo, y esto no lo digo yo, sino las voces americanistas, entre las que se incluye el portero azulcrema; y si las Chivas salen victoriosas, habremos de pensar en que las cosas siguen en su real sitio –qué ibérico me vi con este último adjetivo–.)
(Imagen: danielpaez.com/blog/)
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