Antes. Esta palabra desemboca en la imposibilidad: siempre tiene que ver con algo a lo que ya no es posible acceder.
Cuando en una conversancia alguien introduce esta palabra lo hace para dejarse ir por vericuetos que conducen a los interlocutores a parajes ahora desconocidos, borrosos, paradisiacos casi: “antes este río tenía agua cristalina”, “antes, qué esperanzas que un chico fumara delante de los mayores”, “antes venía seguido por aquí, ¡cómo ha cambiado todo!”, “antes no había Internet, ni celulares, ni….”, “antes podía salir uno tranquilo a caminar por las calles”.
Las más de las veces, lo de antes, en palabras de quien lo dice, es siempre mejor que lo que hay ahora: quienes no conocimos lo que se cuenta, salvo por la referencia oral, lo de antes avientra otras posiblidades que no alcanzan a tocarnos, sin embargo adquiere las tonalidades de un mundo paralelo al que no es posible hallarle otra entrada que no sea la imaginación.
Si lo consideramos, acaso por una intención curiosa, lo de antes viene a ser el final de una larga caída: la memoria acciona un mecanismo cuyos resortes son impulsados por la evocación y la nostalgia, incluso por el insano deseo del ayer y por un anecdotario de páginas con vivas ilustraciones y letras grandes, y el impulso se solaza en los aires.
Antes, por ejemplo, solía sentarme con el abuelo, bajo el paraguas de un sol verde asbestiano, a leer o a verlo leer: la manivela de esas imágenes proyectadas sobre una cacariza pared de ladrillo viejo, ahora corre en reversa, pues hoy el abuelo se sienta conmigo y no precisamente con previo aviso. Antes, también, solía tener pelo, solía guiarrear a ratos, solía no beber cerveza, solía tener un perro –Chester-, solía….
“Hace tiempo recogí una moneda que sólo compraba las cosas de antes”
Juan Villoro, Tiempo transcurrido (Crónicas imaginarias)
(La tarde de antier vino como una tarde Azul: hacia el final revelamos una fotografía cuyo fondo era definidamente gris pero al frente despedía aires azules.
Goran Bregovic se presenta la próxima semana en el Diana: lo mejor de esto es que ya tengo boleto para apersonarme en el concierto. Pero lo todavía más mejor, sin duda, va a ser la compañía.
Ahí se los dejo: una niña colombiana de 10 años abandonó las filas de las FARC después de ver morir a su hermano en combate.)
Cuando en una conversancia alguien introduce esta palabra lo hace para dejarse ir por vericuetos que conducen a los interlocutores a parajes ahora desconocidos, borrosos, paradisiacos casi: “antes este río tenía agua cristalina”, “antes, qué esperanzas que un chico fumara delante de los mayores”, “antes venía seguido por aquí, ¡cómo ha cambiado todo!”, “antes no había Internet, ni celulares, ni….”, “antes podía salir uno tranquilo a caminar por las calles”.
Las más de las veces, lo de antes, en palabras de quien lo dice, es siempre mejor que lo que hay ahora: quienes no conocimos lo que se cuenta, salvo por la referencia oral, lo de antes avientra otras posiblidades que no alcanzan a tocarnos, sin embargo adquiere las tonalidades de un mundo paralelo al que no es posible hallarle otra entrada que no sea la imaginación.
Si lo consideramos, acaso por una intención curiosa, lo de antes viene a ser el final de una larga caída: la memoria acciona un mecanismo cuyos resortes son impulsados por la evocación y la nostalgia, incluso por el insano deseo del ayer y por un anecdotario de páginas con vivas ilustraciones y letras grandes, y el impulso se solaza en los aires.
Antes, por ejemplo, solía sentarme con el abuelo, bajo el paraguas de un sol verde asbestiano, a leer o a verlo leer: la manivela de esas imágenes proyectadas sobre una cacariza pared de ladrillo viejo, ahora corre en reversa, pues hoy el abuelo se sienta conmigo y no precisamente con previo aviso. Antes, también, solía tener pelo, solía guiarrear a ratos, solía no beber cerveza, solía tener un perro –Chester-, solía….
“Hace tiempo recogí una moneda que sólo compraba las cosas de antes”
Juan Villoro, Tiempo transcurrido (Crónicas imaginarias)
(La tarde de antier vino como una tarde Azul: hacia el final revelamos una fotografía cuyo fondo era definidamente gris pero al frente despedía aires azules.
Goran Bregovic se presenta la próxima semana en el Diana: lo mejor de esto es que ya tengo boleto para apersonarme en el concierto. Pero lo todavía más mejor, sin duda, va a ser la compañía.
Ahí se los dejo: una niña colombiana de 10 años abandonó las filas de las FARC después de ver morir a su hermano en combate.)
Imagen: www.avisos-gratuitos.com
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