Que yo escriba la palabra “apoteosis” no es algo que sorprenda a estas alturas, por mis continuas recurrencias a este término. Pero quizás nunca como en esta ocasión para esculpirla con detenimiento, a-p-o-t-e-o-s-i-s, para inmortalizarla en una marquesina que no se venga abajo con el paso del tiempo, para deletrearla con un sabor que no se extinga no obstante el perecedero proceder de las palabras.
Apoteosis, así, llanamente apoteosis, de este modo podría calificar el concierto de Goran Bregovic, acompañado de su banda Bodas y Funerales, hace dos días en un teatro tapatío que, por cierto, se abarrotó hasta los candiles –bueno, tal vez exagero porque no tiene candiles–.
Es cierto, Bregovic todo el tiempo se dirigó al público en inglés –idioma que no hablo y entiendo muy poco–, sus coristas entonaron en una lengua que no pude ubicar –baste decir que son de Sofía, Bulgaria–, el otro vocalista es un gitano de voz que va en zig-zag y continuamente retorna, y los restantes miembros de la banda son originarios de Serbia. Así que el hilo que prevaleció entre la banda y un servidor, fue solamente la música: calcinante, deliciosa, embriagante, apoteósica, sí, a-p-o-t-e-ó-s-i-c-a; música que a veces emergía desatada, desaforada en sus acentos, y en otras tantas brotaba con una mesura que resultaba abrigable y en ocasiones venía dosificada, como ese antídoto que procura el buzo en medio de una crisis y asoma a la superficie para renovar sus pulmones que están a nada de reventar.
Los tonos, mixturas, las alas en los instrumentos, la concatenación de renglones sonoros, todo de la mano parecía provenir de lugares remotos: en su trayectoria ese todo se iba agrandando, acumulando fuerza, sobrevolando y, al fin, horadando los ojos y los oídos y las manos y la sola alma a la que concurrimos todos los que estábamos en las butacas….
“Quiero cantar, cantar hasta sentirme / hueco de todas las palabras, ebrio / de mi boca desnuda”
Jaime García Terrés, “Elegía portuguesa” (2) en Las provincias del aire
(Este post está dedicado a la Chica Azul)
Imagen: www.lagonordlive.it/images2/bregovic3.jpg
Apoteosis, así, llanamente apoteosis, de este modo podría calificar el concierto de Goran Bregovic, acompañado de su banda Bodas y Funerales, hace dos días en un teatro tapatío que, por cierto, se abarrotó hasta los candiles –bueno, tal vez exagero porque no tiene candiles–.
Es cierto, Bregovic todo el tiempo se dirigó al público en inglés –idioma que no hablo y entiendo muy poco–, sus coristas entonaron en una lengua que no pude ubicar –baste decir que son de Sofía, Bulgaria–, el otro vocalista es un gitano de voz que va en zig-zag y continuamente retorna, y los restantes miembros de la banda son originarios de Serbia. Así que el hilo que prevaleció entre la banda y un servidor, fue solamente la música: calcinante, deliciosa, embriagante, apoteósica, sí, a-p-o-t-e-ó-s-i-c-a; música que a veces emergía desatada, desaforada en sus acentos, y en otras tantas brotaba con una mesura que resultaba abrigable y en ocasiones venía dosificada, como ese antídoto que procura el buzo en medio de una crisis y asoma a la superficie para renovar sus pulmones que están a nada de reventar.
Los tonos, mixturas, las alas en los instrumentos, la concatenación de renglones sonoros, todo de la mano parecía provenir de lugares remotos: en su trayectoria ese todo se iba agrandando, acumulando fuerza, sobrevolando y, al fin, horadando los ojos y los oídos y las manos y la sola alma a la que concurrimos todos los que estábamos en las butacas….
“Quiero cantar, cantar hasta sentirme / hueco de todas las palabras, ebrio / de mi boca desnuda”
Jaime García Terrés, “Elegía portuguesa” (2) en Las provincias del aire
(Este post está dedicado a la Chica Azul)
Imagen: www.lagonordlive.it/images2/bregovic3.jpg
1 comentario:
Me gusta la dedicación y la acepto gustosa y apoteósicamente
Publicar un comentario